sábado, 24 de diciembre de 2011

Cuentos rotos










La observo desde mi rincón, falsa cornisa de su cielo. Llevo tiempo buscando a mi Ángel. He creado mundos, he entrado en sueños, he paseado con alas transparentes entre las gentes. He mirado fijamente tras hermosos rostros de ojos angelicales, pero nunca sentí que era ella… “carita de Ángel”. He desmenuzado dulces palabras de sensuales labios, pero eran falsos sentimientos disfrazados de palabras que nunca me decían nada. He acariciado cuerpos desnudos, pero estaban vestidos de áspera piel. He abrazado y no he sentido.

Por fin y por casualidad la encontré. Como es vivir la vida misma, una casualidad de desordenados momentos, que cuando estamos cerca del final, ordenamos dando sentido a nuestra existencia. Pero que ella un día le dio sentido al sin sentido, plegando sus alas para siempre como esa pequeña falda azul plisada que deja de girar y girar sobre su pequeño cuerpo. Mariposas yacían sobre el suelo. Maldita inocencia que le empujó en la oscuridad. Esa oscuridad que le ha enseñado a soñar y apoyarse en los miedos que le cubrían. Cuentos de niña rotos sin saber el final.

Palabras, letras y más letras, marañas de letras le acompañaron desde entonces como fieles compañeras. Bálsamo a ese dolor, elixir para otros. Prestando sentimientos en frases. Imaginando por otros ese su mundo. Clavándose espinas en su corazón y dando rosas en forma de letras. Subida en su barco sin anclas ronda por sueños, pero no en sus sueños. Dibujando un Sol para aquellos que están cansados de sombras. Pintando un cielo estrellado para esos que su miedo les hace esconderse durante el día y son incapaces de levantar la cabeza.

Desde aquí en lo más alto, la observo. Se ha hecho mayor. Sonrío, suspiro y con la yema de mis dedos le dibujo sobre sus espaldas esas alas, alas que ocultó tras esa armadura. Le pido prestadas al cielo, estrellas que guardo en mis manos. Soplo suspiros, transformándolas en pequeñas mariposas que vuelven a juguetear a su alrededor, llevándole esas cartas que todo este tiempo escribía al viento. Mientras ella gira y gira en sueños placenteros, locuras lujuriosas. Mirando al miedo a los ojos, devorando y sintiendo esos minutos que le da la vida. Para ella nunca se le paró el reloj ni quiso hacerlo. Viviendo en falsos mundos y nunca se arrodilla. Besando labios hirientes que luego mancharán sus recuerdos. Ella sonríe.. ella siente cada brizna que el viento le trae y se enreda en su cuerpo. Mezclando sus sinuosas curvas entre los pliegues de sábanas placenteras.

La observo mientras encadeno mis deseos hechizados por su fantasía. Guardo en mis puños esos suspiros que quieren ir hacia ella camuflados en letras. Lágrimas que queman borran de mi vista ese Ángel que me lleva a ese su mundo. Mi cordura se vuelve loca cuando la sinrazón de sus palabras me hipnotizan. Guardián de sonrisas, de sentimientos de lamentos que no son míos, me inclino hacia ella. Perdóname mi Dios si arranco mis alas para dárselas a ella. Tatúa mi cuerpo de mis pecados. Ciega mis ojos para siempre por fin la vi oculta entre frases. Silencia mis suspiros con aire gélido. Sella mis labios por siempre, hoy le hablé. Apaga todas las luces tenues que dibujan su cuerpo en mis paredes de éste mi rincón.

Ya no la observo, y aunque mis manos no contornean su figura en el aire, sonrío. Aprendo a caminar en un mundo no imaginado por mí, pero soy feliz.

Y al fin podré leer sus cuentos. Cuentos rotos..

viernes, 9 de diciembre de 2011

Reflejos














Y por fin ya es la hora. Maldito tiempo que hoy más que nunca me has hecho mucho daño por tu lentitud. Hiciste que durante el día, cada calada de humo sean como sinuosas agujas que se clavaban en mi garganta. Tragos de agua fresca fuesen salados. Sorbos amargos de ese café que a primera hora del día no tomé. Hoy como mi maquillaje la sonrisa falsa se ha desvanecido por mi cara. Pies descalzos toman ese respiro que aún en mis manos no han llegado.

Me miro al espejo. Sonrío con la mueca más cínica que puedo ofrecerme. Durante todos estos años he estado ensayando sonrisas, gestos, voces y caricias, pero ésta mirada que me hago todas las noches.. ésta la tengo muy conseguida. Perfecta actriz de ese escenario que está tras la puerta que con tristeza dejo atrás todas las mañanas y que con resignación cuando es de noche vuelvo a entrar. Me pesa este disfraz de áspera seda que jamás dejará ver algún resquicio de mi feminidad. Presos de unos altos tacones mis pies pierden su inestabilidad tan fácil como mi seguridad al caminar por la ciudad. Libero mi pelo de un ridículo peinado. Como todas las noches me vuelvo a sorprender al ver que mi cabello envejece. Recordándome que hace muchos años me mentí al creer haber dejado de cumplir años.

Indefensa dentro de mi propio castillo no consigo mantener la mirada a mi propio reflejo. Intento recriminarme, maldecirme, pero durante el día ya he utilizado y agotado todos los adjetivos despectivos contra todo el mundo, victimas de mi desprecio a la vida. Lleno la bañera de agua caliente y no es por darme un baño. Sentada en el borde me enciendo un cigarrillo mientras espero como todos las noches a que vengas. No espero oírte, no deseo verte, pero el vaho me trae un simple mensaje que oculto en el espejo sale desde la invisibilidad para recordarme que un día me quisiste. Ahora mi reflejo se oculta borroso en el espejo, pero tú surges en forma de letras…. “TK”.

Mis manos ya no tiemblan, mi cara ha dejado de actuar. Y mis lágrimas han limpiado de mis ojos esa imagen de odio y rencor. Me siento liberada de lastres que cada día me obligan a inclinarme sin tener que arrodillarme.

Sentada en mi sofá dejo de imaginar, de soñar, de ver cosas que no son. Miro a ese cajón con la duda de saber si se está cerrando o abriendo, cada día lo he estado llenando de clavos fríos e inertes, aquellos que diariamente me aferro enfriándolos con mi dolor. Sobre mi mesa un viejo diario me recuerda, me dice que sobre sus hojas blancas ya no se puede escribir. Sólo me sirve para cuando me falle mi memoria volver a releer para recordarme que un día mis suspiros, mis deseos se escribían con tinta. Ahora son mis lágrimas esa tinta que como los garabatos de una niña escriben en mi cara razones para no volver a amar.

Sola y desnuda me miro en la sombra que sobre la pared me dibuja la tenue luz de una vela. Me siento bien, por fin me veo identificada no me pongo fallos, me contorneo al son de una lenta melodía. Todo es perfecto, me gusta jugar con mi sombra, sonrío al ver que hay alguien que hace lo que yo deseo, que me devuelve mi mirada. Me siento poderosa. Me siento libre. Bailo sin tener miedo a que nadie me pise. Doy vueltas hasta que mis movimientos me emborrachan sin tener que tomar una copa y me hacen caer al suelo. No me quiero levantar ya lo hago durante el día. Deseo retozar, hablar, chillar e incluso me abrazo.

Mi piel se despierta con el roce de mis dedos, mi cuerpo se excita. Mis ojos ya no miran pequeñas fotografías que empapelan mis paredes. Ahora te ven cuando cierro los ojos. Te siento tan adentro que sólo en noches como esta te dejo salir un poco para olerte, para hacer del humo de mi cigarrillo tu figura y darle vida. Le das luz a mi sombra, calzas mis pies cansados del calor de tus manos.

Bésame cariño, acaríciame el pelo mientras en tus brazos me llevas al mundo de los sueños. Borra de mi mente con tu mirada este mal día. Susúrrame al oído que hoy me amas. Invade mi cuerpo con tus labios, escribe con tus dedos en mi espalda palabras transparentes que sólo mi cuerpo es capaz de leer. Abrázame fuertemente, devuélveme la seguridad que un día cambié por unos recuerdos. Mi cuerpo se estremece, se retuerce en placer. Sé que estas aquí, huelo tu aroma, escucho tu voz en mi silencio.

Locura la mía, quizás tenga más sentido y cordura de aquellos que me señalan, argumentando con pena lo que es el amar. No los escucho, pero aquellos que en silencio me sonríen, esos que abrazan de verdad. Esos si saben lo que es amar, aunque no tengan mi libertad. No cambio nada de lo poco que tengo, porque lo tengo todo.

Ya es tarde y a diferencia de otros sé dónde ir. Abriré las puertas que se esconden tras mis sabanas y caminaré descalza, desnuda y sonreiré. Esta noche soñaré.

Esta noche te soñaré.

jueves, 24 de noviembre de 2011

Ni quiero ni puedo













Abro los ojos. La leve luz que penetra por la ventana lentamente va aniquilando la oscuridad que como una fría y espesa sombra cubre mi espacio. En el suelo yacen sentimientos que antes me pesaban. Lastres bañados en odio esperan a desaparecer en el olvido. Otros sin embargo aquellos que me robaron suspiros, los acuno entre mis brazos, negándome a abandonarlos a no recordarlos.

Unir esos sentimientos que un día erizaron el vello de mi piel para guardarlos cerca de mi corazón. Seguro de que un día cuando la vea de alguna manera seguirá siendo aquella princesa que paseaba por mi palacio imaginario. No supe retener ni comprender una de las mil formas de querer. No entendí lo que su silencio me decía. Malditos sean mis oídos que no descifraron su mudez. Ciegos son mis ojos que no vieron en los suyos ni tan siquiera esa mirada que dice más que sus labios.

Duele y me mata suavemente sólo escuchar en la lejanía su voz. Leer abrazos que no abrazan, besos que se pierden en la distancia. Decir un te quiero en forma de despedida que se diluye en el humo de nuestros cigarrillos. Lágrimas que ahogan sollozos.

Sus dedos ahora largos como sombras al atardecer no invaden este cuerpo merecidamente flagelado por los recuerdos. Es justa la injusticia del destino que vuelve a recordarme una y otra vez que el amor se viste no solo de palabras bonitas ni de un cuerpo sembrado de placer. Soy analfabeto del lenguaje del sentir, culto en suspiros perdidos. Como quema ese deseo prohibido que le arrebata con mi mirada fría y perdida todos los momentos rescatados de un tiempo pasado para hacerlos mi presente y futuro. Amargo es el futuro desconocido cuando me aferro a un presente que siempre he deseado y rogado a mil dioses. Pero es el castigo para mi corazón que como cada día en silencio luchará para que no te lleves tú sola todos los momentos. Te llevarías mi esencia para abandonarla en la cuneta del olvido.

Acostumbrado a mi maldito silencio, ordeno el desorden de mi mente cuando caprichosamente doblega las agujas del reloj, haciéndolas que marchen hacia atrás. Mente que se alía con el dolor de un tiempo pasado. Y no puedo seguir mi camino si sólo busco en el pasado mi futuro. Me siento un inútil al no hacerle saber cuánto la amo, cuando de mis labios salen suspiros, cuando mis manos se pierden entre caricias y no pueda decirle al oído lo que siento. No es justo que mi egoísmo deje rienda suelta a mi voz para aplacar su incertidumbre. Dudas recorren por mi sangre como espinas de esa rosa que nunca le di.

Reprocho la tardanza del destino que viene con ella de la mano cuando mis brazos hace tiempo dejaron de abrazarla. No es justo que el dolor me invada camuflado en el placer. Irresistible es el deseo de su cuerpo, imposible no sentirla una vez más.

Mañana amanecerá sabiendo que sólo el Sol para sus ojos saldrá. Para mí no estarás. Aunque el arrepentimiento lo tengo guardado en un cajón, sentiré un gran vacío sabiendo que mañana no sabré si me amarás. Esta noche no miraré al cielo entre cristales empañados por mi aliento. Contaré mis pasos, aquellos que me hacen caminar hacia atrás intentando no llegar a esta nuestra historia sin final.

Dibujaré en el aire un pentagrama, arrancaré del cielo oscuro los destellos de fugaces estrellas para hacer las líneas. Robaré de mis recuerdos recortes de tu cuerpo. Haré de tus dulces labios, de tus finos dedos, de tus bellos ojos notas musicales que pondré sobre esas líneas. Mis suspiros serán los espacios que darán forma a esta mi obra maestra. Y con la delicadeza de un pianista tocaré la pieza más bonita que jamás pude dedicarte.

Feliz en mi tristeza, valiente en mi cobardía, fiel en mi infidelidad, libre en mi prisión. Saboreo la dulzura de tus sorbos amargos de tus posdatas inacabadas. Sigo acariciando ese tu esbozo sintiendo tu aroma, tus miradas y todo cuando en mis letras hay espacios en blanco. Aún eres esa niña de mis ojos porque no quiero ni puedo evitar mirarte una vez más aunque tú no me veas.